Año bisiesto: la ciencia detrás de por qué tenemos 29 de febrero cada cuatro años
Año bisiesto: la ciencia detrás de por qué tenemos 29 de febrero cada cuatro años, aunque nos “olvidaremos” de él en el año 2100
El día 4 de octubre de 1582 sucedió algo que no volvió a repetirse en toda la historia. Cuando el reloj dejó el minuto 11:59 de la noche, se avanzó 10 días, con tal de alcanzar al "calendario real". El día siguiente al 4 de octubre no fue el 5 de octubre, sino el 15.
El problema a resolver se originó 1,600 años antes, y su autor no fue otro sino Julio César, el famoso emperador romano.
César acudió a estudiosos, investigadores, gente de ciencia de la antigua Grecia, que le dijeron que la solución definitiva para dejar de perder de vista los solsticios, como ocurría en el calendario romano, era instituir lo que llamaron "años bisiestos".
La nueva reforma "infalible" que propuso Julio César dio lugar a un nuevo sistema de 365 días para un año, en donde cada cuatro se agregaría un día más, y así, se creó lo que conocemos calendario juliano, la nueva herramienta humana para interpretar en lo que percibimos como tiempo, el ciclo en el que el planeta rodea al sol.
Julio César, sin embargo, murió sin enterarse que su herramienta tenía un minúsculo error de cálculo. 1,600 años después, nos dimos cuenta que los nuevos años bisiestos propuestos por Julio César, habrían recorrido los solsticios 10 días. un grave problema considerando que vivir a la altura de los equinoccios siempre fue de importancia trascendental para los sectores agropecuarios, sociales y hasta económico-políticos; no hacerlo tiene repercusiones científicas, militares y religiosos.
La diferencia, muy sutil, tiene todo que ver con los años bisiestos.
Los 10 días que nunca existieron
Resulta que ciclo solar no dura 365 días exactos, sino 365.2422. Si una vuelta al sol del planeta tomara 365.25 días, el año bisiesto cada cuatro años resolvería el asunto de para siempre, pero la naturaleza no tiene inscrito en su razón de ser, que deba que ser fácilmente entendible por el hombre.
Arreglar la desviación no solo pasó por añadir 10 días, sino en prever que los equinoccios no volvieran a dejarse a la deriva nunca más. La solución consistió, en paralelo al arreglo de 10 días, en modificar el concepto de año bisiesto con la siguiente regla: cada año que es divisible entre cuatro es un año bisiesto, excepto los años que son exactamente divisibles por 100, pero estos años centuriales son bisiestos si son exactamente divisibles por 400.
La nueva regla que fijó el calendario gregoriano suena más complicada que todo el sistema juliano, pero no lo es tanto. Define que cada 400 años tendremos tres excepciones al año bisiesto, a fin de compensar los efectos viciosos del día que hemos agregado al calendario. De esta forma, los años 1,700, 1800 y 1,900 no contaron con el tradicional 29 de febrero agregado, a pesar de que sí les correspondía. En cambio, los años 1,600 y 2,000 sí fueron bisiestos.
Lo mismo volverá a ocurrir en los siglos por venir: en los años 2,100, 2,200 y 2,300 no habrá 29 de febrero, pero en el 2,400 sí.
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